Dir. Brad Anderson
Reparto: John Hamm, Rosamund Pike...
EE.UU. 2018, 109 minutos
Prime Video
Antes de la invasión de 2006 Israel empezó invadiendo Beirut en 1982, desalojando a la OLP a Túnez. Eso provocó un terremoto en la organización que entonces seguía siendo política y no religiosa, someramente racional en medio de una corrupción rampante, dentro de un avispero llamado Líbano, donde llevaban 2000 años peleando entre sí, religiones, tribus, fuerzas colonialistas, señores de la guerra y espías de toda laya, en una de las ciudades más bonitas y atractivas de Oriente Medio.
En medio de una puesta en escena descomunal que parece realmente Beirut en alguna de sus anteriores deconstrucciones pero es Tánger, se desarrolla una historia bien contada, naturalmente sesgada al estilo "todo americano", pero que alumbra levemente la masacre que Israel lleva a cabo en estos momentos en los territorios ocupados, con la inestimable colaboración de Hamas y otras organizaciones aún peores de la mano de sus emires, mulás, ayatolas y demás artistas del clero, estrellas rutilantes de las mezquitas.
La película demuestra que se puede hacer buen cine incluso en temas tan espinados, tan enquistados en el viejo primate asesino que puebla la tierra, o mejor dicho, la despuebla a golpes, tiros, asesinatos masivos, torturas, campos de concentración y de exterminio, vertidos nucleares y otras delicatesen que esperemos acaben con la especie en el planeta en beneficio de las restantes.
O sea que bienvenido sea el cambio climático, el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono (ya pasado de moda), Fukushima, Chernobil, Tesla, Elon Musk... y otras sevicias que garanticen el resultado previsto.
alfonso