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Zapatos de hierro (y de hierbabuena)
Un circo surrealista que llama poderosamente a las puertas del subconsciente de las manos de un hombre solo, titán, fauno, Nosferatu, demonio del averno, troll, domador... que bufa a sus criaturas orgánicas y minerales, hierro, tablones, tierra, pájaros de papel.
En las antípodas de ese espectáculo para burgueses aburridos que es Le Cirque du Soleil, Johann Le Guillerm maniobra espectacularmente para dejarnos literalmente boquiabiertos a los 300 que le rodean en su pequeña carpa iluminada a veces por pálidas velas.
Algo bulle por dentro del espectador cuando el hombre solo te mira por el agujero del machete, cuando convoca las sombras y doma leones de hierro galvanizado o monta un caballo de acero, cabalgando hacia la noche helada del Matadero.
Imperdible, impagable, inolvidable...
alfonso
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