martes, 31 de marzo de 2015

National Gallery

El síndrome de Stendhal


El síndrome de Stendhal
Uno de los mayores placeres es fotografiar un museo o una exposición y en estos tiempos de piratería generalizada de los más vacuos motivos, pocos lo permiten. Por eso es un doble placer ver en pantalla grande y con todo lujo de detalle esta película de Frederick Wiseman. Aunque la pinacoteca no sea una de las mejores del mundo, los clásicos, -de los modernos se pasa de puntillas-, relucen entre las suntuosas salas londinenses: Vermeer, Velaquez, Tiziano, Caravaggio y, claro, Turner.

Bien está que la película abarque todas las actividades posible de un museo, desde restauración a clases para invidentes, marcos de ébano, charlas para niños, presentaciones de cuadros, actividades privadas para millonarios... Pero desgraciadamente sobran muchos metros de texto, pronunciado además en un inglés cultista, tan engolado, pomposo y enfático, como sólo algunos británicos high noose saben perpetrarlo. 

Tampoco destaca la multitud, los visitantes, vestidos sobre todo ellas con esos terciopelos de Mark & Spencer que deberían impedirles la visita. Y es una lástima, porque iluminan las salas de los museos, con caras arrobadas y solitarios comentarios murmurados entre dientes.

Y el remate de los dos bailarines clásicos ejecutando una pieza entre dos cuadros de Tiziano tampoco me parece que venga a cuento, pero no hay que fiarse de la opinión de un enemigo, lego pero irreductible, de la danza, el mimo y las performances.

Aún así, un disfrute absoluto de tres horas aunque sin la exageración de Stendhal:
Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme.
alfonso


sábado, 28 de marzo de 2015

Negociador

Pitxorradikas

Dir. y guión:  Borja Cobeaga
Act. Ramón Barea, Carlos Areces, Josean Bengoetxea...


EH, 2014, 80 minutos
Pitxorradikas de Zuberoa
Historia mínima en clave de humor de la negociación entre Eguiguren por parte del PSE y miembros de ETA, entre ellos Thierry, en tierras del Norte con el carácter festivo que impone Cobeaga a sus trabajos en ETB, Vaya semanita y sobre todo PagaFantas. A esa película le debemos el famoso gesto femenino de La Cobra, practicado por las mujeres a lo largo y ancho de este mundo, particularmente en Euskadi donde ligar es una auténtica hazaña, que no se debe a su natural malicia y perversidad (del ofidio), sino a la tendencia a no dejarse besar, por lo menos a la primera y siempre bajo promesa de matrimonio.

Aquí se trata de contar el principio del fin del conflicto vasco tratándolo con naturalidad, señalando los tópicos, casi siempre ciertos, y dibujándolo como una falta de entendimiento entre miembros de la misma tribu, aunque asentados ambos en diferentes orillas del río.

Tiene algunas escenas impagables, la actuación es magnífica por naturalista, destacando Carlos Areces como Thierry, un personaje ideal para la chanza.

Hoy en día, con las cenizas aún humeando, no se puede hacer más humor con ese tema, pero lo veremos en unos años, cuando acabe la política de la venganza española y pueda volver a ser lo que los vascos quieran, es decir,  el mejor lugar del mundo donde vivir y uno de los peores donde ligar.
alfonso 

viernes, 27 de marzo de 2015

Nina

Vuleven los rusos
Dir. Diego Bagnera

Act. Muriel Sánchez, José Bustos, Jesús Hierónides.

Iluminación: Sergio Balsera
Producción: Raquel Berini

Teatro La Guindalera, Madrid
Vuelven los rusos
O quizá nunca se fueron, pero los prologuistas de la mayor crisis del siglo XX, en vísperas de la Revolución Rusa, parecen prestarse a una renovada atención en el panorama mundial en estos tiempos de profunda crisis económica, social e ideológica.

La Gaviota de Chejov sirve explícitamente de marco a Nina, Premio Lope de Vega 2003 a su joven autor José Ramón Fernández. En efecto, un buen texto con un excelente dibujo de personajes, el mejor el más difícil, el de esa mujer manipuladora y soñadora a la vez, audaz y derrotada, al que quizá se le podrían podar veinte minutos y alguna que otra frase lapidaria. 

Magnífica interpretación de Muriel Sánchez, aterrizando suavemente en el papel tras una entrada un poco subida de vueltas. Compone un personaje nuboso, como esa vida de provincias gallega, entre la nabiza y la niebla pero cierto, porque vuelve para alumbrar la existencia a un cateto que sabe de cine y de libros, pero desconoce la vida. La réplica no es fácil y su pareja parece ausente en muchas ocasiones en que vagabundea por la obra sin escuchar a la mujer que quiere alegrarle las noches y amargarle los días.

Lástima que al final Nina le pida otra frase lapidaria a su hombre, que le diga que no vuelva jamás a ese pueblo desolado. Más le hubiera valido hacer mutis mirando el cielo como la hija de Ryan, admirando el vuelo y la libertad de las gaviotas.
alfonso

viernes, 20 de marzo de 2015

El año más violento

No es corrupción, son negocios
 Dir. J.C. Chandor
Act. Oscar Isaac, Jessica Chastain, Albert Brooks



EE.UU. 2014, 125 minutos
No es corrupción, son negocios
NY 1981, uno de los años más peligrosos. Yo estuve algo más tarde y desde luego se notaba. Como hace un par de años en Madrid. Trapicheos, la inmigración dispuesta a salir adelante como sea, el ambiente pringoso de casi todos los negocios. Tiene razón Javier Ocaña, cuando resalta la influencia en esta cinta del mundo de Sydney Lumet. Aderezada con esa misma fotografía tenebrista de luz oblicua de la ciudad de los rascacielos en invierno, pero además velada por la turbiedad de la época.

Con sus pocas películas, Margin Call y Cuando todo está perdido, J.C. Chandor ya ha dirigido a varios monstruos, Kevin Spacey, Jeremy Hurt, Robert Redford y ahora Jessica Chastain, que cambia de registro para hacer de esposa tóxica, perdón por la redundancia.

Un latino, Oscar Isaac, Inside Llewyn Davis, compra un negocio de gasoil al padre mafiosillo y se casa con la ambiciosa hija. Se resiste a entrar en la violencia intrínseca al bussines, a convertirse en un gangster, pero la estructura funciona así. Como si ahora te metes en política... pongamos por ejemplo en España. O eres corrupto o lo serás. O te lo montarán. No hay inocentes, sólo algunos votantes, el resto ya sabe que vota sólo por el interés. O por el capital.
alfonso

miércoles, 18 de marzo de 2015

Inherent vice

El síndrome del genio... con paranoias
Dir. Paul Thomas Anderson
Act. Joaquim Phoenix, Reese Witherspoon, Benicio del Toro...



EE.UU. 2014, 148 minutos
Infumable... nunca mejor dicho
No creo que la crítica estadounidense dé el palo que merece esta obra y a un director tan genial como Paul Thomas Anderson, capaz de Magnolia o The Master, pero también de Punch Drunk Love, por citar extremos opuestos. Y cuando a un genio se le deja suelto y se lo cree acaban pasando cosas como este bodrio sin gracia que pretende ser una parodia en clave de paranoia de los años 60-70 en la California hippie. Claro que la novela de Thomas Pynchon, un autor interminable -no hay quien se acabe uno de sus libros-, tampoco ayuda.

Sólo Joaquim Phoenix, capaz de prestarse al despropósito de I'm still here, ese falso documental sobre su propia vida como cantante de rap, podría protagonizar esta película en que interpreta a un detective permanentemente colgado de todo tipo de sustancias estupefacientes, particularmente maría, con sus características obsesiones que dan forma a la película.

Las dos horas y pico se hacen eternas y nada se puede destacar. Quizá sí, la traducción, que es literalmente desternillante, al pretender traducir al castellano de los 70 la jerga de la época. Así, traducen también obsesivamente groovy por chachi. Y uno recuerda la canción de Simon & Garfunkel, traducida ahora por Sientiéndonos chachi. Solo falta que añadan piruli. Da grima, como las sandalias de Joaquim.
alfonso



lunes, 9 de marzo de 2015

Calvary

No hay piedad para los malvados
Dir. John Michael McDonagh
Act. Brendan Gleeson, Chris O'Dowd, M. Emmet Walsh, Kelly Reilly...

Irlanda, 2014, 102 minutos
No hay piedad para los malvados
El hermano "malo", John Michael, El irlandés,  ha hecho por fin una película digna de su hermano Martin, Escondidos en Brujas, tirando del actor fetiche de los dos, Brendan Gleeson, al que no he visto ni una sola actuación mala. Una película irlandesa rodada en Sligo, el salvaje oeste de la isla y alrededores de Dublín, con su música,  su Guinnes, Jameson, culpa, curas, borrachos, mujeres alegres, médicos ateos y pelirrojas de bandera, perdón por la redundancia.

Los curas tomaron a los niños como botín de guerra por colaborar en la batalla contra los ingleses que medio les echó de la isla. Siguen saliendo a la luz sus tropelías, últimamente de la mano de Benjamin Black-John Banville, al que se homenajea expresamente en esta durísima película. En sus cien minutos se recorre una amplia galería de personajes, a veces retratados algo puerilmente, presididos por un cura bueno, al que una víctima de abusos le confiesa que le va a matar en una semana para que pague por todos los malos.

Muy buenos diálogos, farfullados en un inglés de piedra irlandesa, maravillosos paisajes a vista de dron y de tierra, música gaélica y brillante fotografía para ver un recital del actor principal y un cameo crepuscular de M. Emmer Walsh, aquel inolvidable detective de Sangre fácil, la ópera prima de los Coen.

Y por cierto, el perdón no existe. Es puro marketing de los curas.
alfonso