viernes, 18 de enero de 2013

Los Cenci

 Dir Sonia Sebastián
 Act. Celia Freijeiro, Celso Bugallo, Maru Valdivieso

 Teatro Español, Ensayo General
La crueldad del teatro
Fue Artaud el que creó el término "teatro de la crueldad" antes de irse a México con los Tarahumaras, a probar con el peyote lo que el resto de terapias le negaban en Europa. Se trataba en definitiva de un teatro antiitaliano, desprovisto de florituras, que mediante un montaje violento y desnudo, con técnicas que por aquel entonces, años 30 del pasado siglo, sacudían al espectador por su realismo descarnado y con los actores campando por el patio de butacas o actuando desde los palcos.

Algo de eso ha tratado de poner al día la directora con un montaje y puesta en escena muy impostado pero que, como el resto de la obra, no hace mover al público ni una ceja. Por mucho que la obra, los desmanes sangrientos de un noble italiano del siglo XVI, protegido por el Vaticano, quiera escalofriarnos. Ya no funciona pasear por el patio de butacas, ni un vestuario sacado de un outlet de heavy rock, ni una actuación poco o nada convincente, errática y desafinada, adornada con un levísimo acento gallego, ni los ejercicios gimnásticos de parte de la troupe, ni un texto que rechina por todas las costuras.  Lo mejor, la iluminación de nuestro cuate Nico Fischtel. 

No hay mayor crueldad que el tiempo -y eso el teatro lo pone en seguida de manifiesto-, para perder en su niebla las alucinaciones de un personaje torturado, que uno pudo rastrear en las simas de la Barranca del Cobre mexicana con los Tarahumaras, los Raramuris, tan  perdidos por sus frías quebradas como Antonin Artaud, el vagamundo.
alfonso