sábado, 27 de julio de 2013

Baztan


Dir. Iñaki Elizalde
Act. Carmelo Gómez, Unax Ugalde y el pueblo los valles de Baztan





Euskal Herría, 2012








Quien mucho abarca...
No se sabe si la excesiva ambición de la película -que hace que naufrague-, se debe a presiones externas o la bisoñez de un director en su primer largometraje, pero el cóctel de ingredientes hace trastabillar un interesante proyecto sobre los Agotes, ese grupo social marginado en los montes de Navarra desde el siglo XIII hasta... algunos dicen que nuestros días.

Destacan la ambientación y una buena fotografía y también, pero por lo contrario, un guión enrevesado, sin ritmo y que hace alarde de querer meter todo lo que al grupo de guionistas se les pasó por la cabeza: las lamiaks, la película Vacas de Medem, el making off de esta misma, leyendas varias, los aizkolaris, la Inquisición, la democracia popular de los valles contra el Jaun, el señor feudal... y no sé cuántas cosas mas. ¡Ah! Y una música insoportable, omnipresente y ratonil.

Sobre los Agotes hay muchas teorías, ninguna definitiva. Quizá se deba, como cualquier opresión y marginación en base racial a un problema de propiedad de las tierras del que los castellanos quisieron sacar partido con su instrumento favorito, la Inquisición.
Ya fuera en Salem o en Zugarramurdi, que por cierto, queda cerca.
alfonso

Tú y yo

Dir. Bernardo Bertolucci
Act. Jacopo Olmo Antinori, Tea Falco



Italia, 2013

El programa de mano










En la ardiente soledad
Vuelve el grande del cine europeo con sus mismas obsesiones de siempre, la soledad, el encierro de dos personas en un espacio reducido, el complejo de Edipo, el rebuscar en el alma... y lo hace con aire de despedida tras su larga enfermedad que lo ha recluido en una silla de ruedas los últimos diez años.

Es extraordinario ver cómo no ha perdido la capacidad de asombro y reflexión y sigue ocupándose de la juventud, Soñadores, Asediada, aunque sea para criticar el vacío de su mundo.

Y se rodea de la misma técnica de siempre, una fotografía espléndida, aunque ya no cuente con Vittorio Storaro; esa sabiduría y elegancia al llevar la cámara, una banda sonora muy cuidada, -se escucha con devoción la versión Ragazzo solo, Ragazza sola en torno al Space Odity de Bowie- y un guión afinado para una película que empieza flojita y desganada y va ganando hasta imponer un final magistral.

Bertolucci se retrata  a sí mismo como psicólogo en silla de ruedas interrogando al adolescente teñido de hikikomori asediado a su vez por su hermanastra de familia rota y enganchada a la heroína. Y como ha declarado recientemente lamenta esa juventud que al contrario de su generación ya no quiere cambiar el mundo, tan sólo quiere cambiar de móvil.
alfonso