viernes, 25 de diciembre de 2020

El cielo de medianoche

 

Dirección: Georges Clooney

Reparto: George Clooney, Felicity Jones, David Oyelowo...

EE.UU.  2020, 118 minutos

Netflix








Georges Clooney encadenado

Se sabe que la paternidad y el matrimonio nubla la mente, agarrota el intelecto, engorda la barriga y produce alopecia... entre otros males. No se sabía de sus letales efectos sobre el cine. Así, el ex soltero de oro, director de Buenas noches y buena suerte, Los Idus de marzo y protagonista destacado de tantas películas, deviene en muñidor de engendros como este donde todo es políticamente correcto, y nos ilustra sobre el clima, la raza, las mujeres... mientras al abuelo se le cae la baba con su hija-nieta, una especie que prolifera ampliamente en las parejas hastiadas a los cuarenta y tantos de viajar a ninguna parte y asistir a comedias de humoristas casposos que cuentan chistes verdes.

La puesta en escena es graciosa porque parece sacada del catálogo de Ikea edición 2049. Los efectos especiales y algunas escenas y planos son una versión rijosa de los Clicks de Famobil y la banda sonora del siempre efectivo Alexandre Desplat, parece aquí la música de la sala de espera de un dentista a punto de anunciar que se le ha acabado la anestesia.

De la levísima historia sobre el cambio climático, del comandante, genio autoproclamado de las matemáticas y de las escenas del impacto con los meteoritos compradas en un Outlet de Gravity cuando Clooney pasaba por allí, mejor ni hablamos.

Estrenada en Netflix -al fin una película digna de su catálogo general-, el día de Nochebuena, rima estupendamente con esta quizá nuestra Última Cena, con Judas a punto de rematar su trabajo de acabar con la raza humana, para solaz y esparcimiento de las otras especies del planeta.

alfonso




miércoles, 23 de diciembre de 2020

Estoy pensando en dejarlo

 

Dirección y guion: Charlie Kaufman

Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette...

EE.UU. 2020, 134 minutos.

Netflix







Metafísica cuántica
Esta sí que es la película antinetflix por antonomasia. Quizá esa haya sido la razón para producirla porque Charlie Kaufman ya era conocido por sus excentricidades, sus no guiones y su buen cine por cierto, trufado de disquisiciones para cabrear al personal menos dado a la ensoñación, léase los palomiteros de toda laya.

Aquí lanza una cinta en formato 1:1, el más onírico, la mayor parte del metraje con una pareja encerrada en un coche durante una tormenta de nieve para visitar a los padres de él, granjeros del medio oeste, esos que llaman los estados de la Biblia, mientras el bueno de Kaufman diserta sobre la Identidad y el Tiempo, ambos con mayúscula. 

En el ínterin hablan al desgaire sobre Tolstoy, David Foster Wallace y su Broma infinita, la película de Cassavetes y su mujer Gena Rowlands, A woman under the influence, sobre un maravilloso poema de Wordswoth, el de la película de Warren Beatty y Nathalie Wood; de los musicales de Broadway y de algunos temas tan localistas que a los europeos se nos escapan.

Cambian de aspecto, envejecen y vuelven a rejuvenecer, piensan en dejarlo, visitan su instituto, mutan en conserje, bailan el musical Oklahoma, y algunos espectadores piensan también en dejarlo tirando del mando a distancia, pero algunas ráfagas inquietantes, algunos diálogos abisales, algunos planos congelados del todo y los levísimos gestos dubitativos de la física devenida en poeta congelan ese dedo moribundo y exangüe al filo de esta navidad, la más simpática de las habituales de árboles, sueños y belenes de porexpan.

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
alfonso


domingo, 6 de diciembre de 2020

Mank

 

Dir. David Fincher

Reparto: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Arliss Howard...

Estados Unidos, 2020, 212 minutos

Netflix







Un trineo con nombre de clítoris

El estreno del año en Netflix, tras sus anteriores Roma y El irlándés; cine serio en la plataforma de los súper héroes y de las series para descerebrados. Es un objetivo meramente táctico para abogar por las plataformas como lugar de estrenos, como hacen ya varias mega productoras tal que  Warner con HBO.

Se trata de un capítulo más de la saga producida en torno a Ciudadano Kane, esta vez abogando por los derechos de autor en tiempos en que muchos guionistas no podían firmar, primero por problemas de dinero al filo de la Gran Depresión y luego por la Caza de Brujas al filo del neofascismo de McCarthy. 

Y de paso glosar la figura de uno de los genios de Hollywood, el judío Mankiewicz nacido ya en Nueva York pero prohibido en Alemania por Goebbels. Genio debido en parte a la botella y en parte a pesar de ella, que hacía que actuara de tocapelotas de los poderosos de los estudios, pero también de su esposa, la "pobre Sara".

Gary Oldman, siempre un poco histriónico, borda el papel, en parte también porque es un auténtico caramelo para cualquier actor con presencia y buena dicción. La fotografía en un clásico blanco y negro con mucho contraste y también muchos rincones oscuros, como ya viene siendo costumbre, es magnífica. Y el guion cansa, con casi dos horas de eso que se llamaba diálogos de florete, donde cada vez que Mank abre la boca no da puntada sin hilo.

Y cansa y tiene un bache a medio metraje y le falta alma, corazón y vida, como en el bolero. Hay que verla, desde luego, aunque solo sea para descubrir que la palabra que pronuncia el magnate Randolph Hearst en su lecho de muerte, Rosebud, literalmente capullo de rosa, no se refiere al trineo de su infancia, aquella época en que fue feliz, sino al clítoris de su amante. Como diría Groucho, para el que, por cierto, también hizo guiones Mank, "¿Mi juventud? puede usted quedarse con ella". 

La esquiva felicidad tiene nombre de flor. Y dejémosnos de infancias.

alfonso