sábado, 18 de febrero de 2023

Petra

 

Dirección y guion, Jaime Rosales

Reparto: Bárbara Lenni,, Alex Brendemühl, Joan Botey...

España, Francia, Dinamarca, 2018, 107 minutos








Una historia de maldad
Volvemos a Jaime Rosales, un director orillado por los descerebrados que manipulan el guiñol patético del cine patrio y por lo tanto, un personaje atípico que transita con voz propia por Europa. A veces se pasa de manierista, y en esta nos atosiga con travellings laterales y maneja los diferentes capítulos de la narración como si estuviera barajando el mazo de cartas de un prestidigitador de barraca de feria.

La historia se mueve entre lo peor de la burguesía catalana, que ya es un decir, y una tragedia griega sin coro. El personaje que interpreta Joan Botey, nuevo en este coso, es perturbador, mezcla de Irene Montero, Godzilla, Aníbal Lecter y una víbora sin cascabel. 

Un artista de corte daliniano, maltratado que, como casi todos, se convierte en maltratador y manipulador de la corte que le rodea y le soporta en base a su dinero. Falla en el guion el papel de Marisa Paredes, desdibujado, al que solo concede una escena para explicar su desvarío.

Hay que verla con precaución, no muy tarde en la noche para que no alborote las neuronas del hipocampo y te haga recordar entre sueños ortigados algunos personajes que se han sufrido, te han amargado la vida, y que proliferan más de lo que pensamos. 

O sea, agarrados al Tomatin, en medio de una tarde de falsa primavera.
alfonso



lunes, 6 de febrero de 2023

Los girasoles silvestres

 

Dirección y guion: Jaime Rosales

Reparto: Anna Castillo, Oriol Pla, Quim Ávila...

Hispano-francesa, 2022, 10 minutos








Hijos del agobio
Rosales vuelve por sus fueros y por su manera de filmar, con planos esquinados y lejanos, una fotografía exquisita a cargo de Hélenè Louvart, un manejo diabólico de las elipsis, -un elemento fundamental del cine-, junto a una narrativa muy particular en la que suele entrar en las historias a través. Afortunadamente sin la Polivisión, una mamarrachada que solo exhibió en La Soledad.

Una joven de veintipocos cargada con dos churumbeles va cambiando de pareja -de peor a mejor-, mientras vuelve a ser madre, pelea con un destino rabón, contempla el mar y su móvil, sufre algún ataque de ansiedad y se escucha de fondo el disco de Triana y otras músicas que conforman una banda sonora sobresaliente sobre un mar azul celeste.

Estupendos títulos de crédito y de cierre que no hay que perderse a cargo de Manuel Estrada, uno de los mejores diseñadores de este país, proveniente del mundo del libro.

El director, siempre al borde del fiasco, del que sale casi siempre triunfante, en Sueño y silencio está apunto de precipitarse por el abismo, vuelve a sorprendernos con sus historias mínimas, el punto de fuga de sus personajes que suele ser hacia la nada, su manera de mirar y su costumbrismo descarnado. 

Por lo menos no tan casposo y chirriante como el de la mayoría del cine patrio del Almodóvar y su trouppe de actorcillos descacharrantes, que tan callados se muestran ahora sobre esta guerra posmoderna que apoyan con su estrepitoso silencio.
alfonso