sábado, 24 de diciembre de 2011

Route Irish

Dir. Ken Loach
Act. Mark Womack, Andrea Lowe

















Agit Prop viejuna
Siempre he pensado que este tipo de películas de denuncia y concienciación sólo vamos a verlas los que ya estamos concienciados, pero el bueno de Ken Loach, erre que erre, eso sí, con un gran saber hacer.

Sigue el mismo esquema de investigación y denuncia que su Agenda oculta sobre los crímenes policiales en Irlanda del Norte, pero esta vez en Irak denunciando a los contratistas y sus mercenarios. Ahora bien, no sé en qué se diferencia un soldado profesional y su jefe, el ministro de turno, de los perros de la guerra que protagonizan esta historia contada a veces a gritos, en sentido figurado y estricto, aunque con muy buen guión de su habitual Paul Laverty, pareja de Iciar Bollain, por cierto.

Menos mal que el iraquí bueno, -siempre hay un nativo muy bueno en estas películas-, que es músico, sólo nos ameniza con una canción de su repertorio -en árabe nasal y con un instrumento tan torturante como nuestra zamfoña-. Y menos mal que Loach está un poco chocho pero no ha perdido del todo el nervio y en la película, de los criminales no queda ni la secretaria del malo, ni el propio protagonista, un ex GEO, que decide suicidarse.

Eso es lo que yo llamo un final feliz.
alfonso

El topo

Dir. Tomas Alfredson
Act. Gary Oldman, Colin Fith, John Hurt,
















El viejo topo
Siempre pensé que las novelas del primer Le Carré, las de la Guerra Fría, no eran más que un intento de venganza contra Kim Philby y los Cinco de Cambridge, aristócratas británicos comunistas que trabajaron para la Unión Soviética dentro del MI5. Luego mejoró como novelista, afinó sus ideas y comenzó su mejor época: El jardinero fiel, Un traidor como los nuestros...

La película tiene una técnica narrativa depuradísima con las más sutiles transiciones hacia el flash back que uno ha visto y una banda sonora portentosa del gran Alberto Iglesias; una ambientación y puesta en escena muy british, esto es cuidadísima, una fotografía brumosa y una frialdad emocional tan sórdida como un menú -inglés- de seis euros.

Adolece de ritmo y tiene problemas de montaje, Gary Oldman está demasiado hierático, a veces parece embalsamado, y sólo al principio y al final brilla la película, sobre todo gracias a ese gran actor que es Colin Firth. Se pasa un buen rato.

Fue Marx y también Shakespeare los que hablaron de topos, pero no como espías, sino como los que socavan los principios y cimientos de esta ramplona y violenta sociedad. Y más que nunca, vale la frase de Graham Greene, "no hay traiciones, sino otras lealtades".
alfonso