martes, 24 de febrero de 2015

La pechuga de la sardina


Alma de Chejov, corazón de Arniches

Equipo Artístico: Manuel Canseco (Dirección), Paloma Canseco (Escenografía), José Miguel Ligero (Vestuario), Pedro Yagüe (Iluminación), Roberto Cerdá (Espacio Sonoro), Raquel Berini (Ayudante de dirección)

Act. Manuel Brun, Marta Calvó, Jesús Cisneros, Víctor Elías, María Garralón, Nuria Herrero, Marisol Membrillo, Cristina Palomo, Amparo Pamplona, Natalia Sánchez, Juan Carlos Talavera, Alejandra Torray.

Centro Dramático Nacional, Teatro Valle Inclán

Alma de Chejov, corazón de Arniches
Lauro Olmo fue un autor masacrado por la censura de su época, por las obras no estrenadas y por la tijera, y poco apreciado por la izquierda de la Transición que se rendía ante la profundidad de Buero, la rebeldía de Sastre y la sensibilidad de Martín Recuerda. Conviene recordar su obra y su memoria, aunque quizá coincidamos con que a sus textos le falta profundidad, aplomo y se le note más que a otros la autocensura, lo que no se dice porque no se puede pero tampoco se apunta, ni siquiera veladamente.

Tiene un magnífico oído para el habla de la época, pero falla algo en la calidad dramática de sus personajes. Algunos se le quedan cortos, alicaídos... y poco pueden hacer los actores con ellos. Y toda la trouppe está bien y a fe que da gusto ver doce personas en escena. Mejor la vis cómica que la dramática, a la que le falta engarce y recorrido en alguna escena; el tiempo los afinará. Se mueven con soltura en esa casa de cristal donde las mujeres se duelen de los hombres, de la terrible represión de los curas y sus marionetas obsesionados con el sexo ajeno, de un horizonte claustrofóbico. Claro, estamos en los albores de los XXV Años de Paz (de los cementerios), de la huelga minera de Asturias, -ese maravilloso borracho cantando con aires asturianos-, del fusilamiento de Julián Grimau, del Contubernio de Munich... Un tiempo atroz.

Preciosa puesta en escena, -qué suelos imitando los hidráulicos de la época-, vigorosa dirección y un punto de más en la iluminación en unos tiempos en que se ahorraba cada vatio.

Quizá hoy la crisis capitalista que arrasa un mundo ya sin oposición vuelva a rescatar el realismo social como vehículo de comunicación con las clases populares, para una izquierda que pena la miseria de su discurso "transversal", como un fantasma que ni recorre Europa ni estremece a nadie.
alfonso