Reparto: Rosamund Pike, Jamie Dornan, Tom Hollander...
Estados Unidos, 2018 110 minutos
Título original: A private war
Yonquis de adrenalina
La segunda estrella se la gana por el interés de la historia, no por la forma en que está contada, con lagunas en los personajes, sobre todo en aquellos que la corresponsal quería hacer destacar, los peatones de la historia, en este caso además atropellados.
Marie Colvin quería hacernos ver la crueldad de la guerra, el coste humano de esos conflictos de baja-media intensidad que las grandes potencias y las no tan grandes riegan por todo el planeta. Creía que era fundamental, a pesar de jugarse la vida, que el público desayunase con el coste insufrible de los conflictos. Se creía, en fin, su propia coartada.
Lo más que algunos, solo algunos, llegamos a entrever en sus crónicas, en su variada panoplia de horrores, era que Mugabe era un sátrapa igual que Obiang; que los budistas de Sri Lanka eran tan asesinos como cualquier otros; que Gadafi era un payaso siniestro halagado por los estadistas europeos con sus regalos de caballos y su pelotón de guardaespaldas femeninas vírgenes.
Que los compromisos, los pactos y los acuerdos valen menos en política que un abrazo en la Moncloa, como han aprendido los kurdos y el fantasmal Ejército Libre de Siria, traicionados en Homs, donde perdió la vida.
Acabó alcohólica, tuerta, fumadora empedernida, casada dos veces con la misma piedra... Y muerta, claro.
Otros, algunos, acabamos más cínicos que nunca, seriamente aficionados al gin tonic, a apagar la televisión cada vez que emiten las noticias y a seguir leyendo de soslayo sobre los conflictos internacionales.
alfonso