Dir y guión: Paul Schraeder
Act. Ken Ogata, Kenji Sawada...
Neofascistas ilustrados
Mishima pertenece al selecto y minoritario club de fascistas ilustrados como Ferdinand Céline o Rudyard Kipling. Hijo de una familia rica y aristocrática admiradora de la Alemania Nazi, Mishima fue a los mejores colegios y universidades. Como Kipling estuvo a punto de conseguir el Nobel, pero se lo arrebató, -con toda justicia-, otro japonés, Kawabata. Su final ilustró el patetismo de su propuesta de volver al pasado esplendor imperial japonés en un contexto de país invadido por los ganjis -demonios- occidentales. Así, su amante Morita tuvo que intentar decapitarle tres veces con poco éxito y él no pudo escribir el último poema ritual con la sangre de sus intestinos, tras las burlas de los soldados a su llamamiento a realizar un golpe de estado, no sabemos si por causa de su discurso o por su uniforme de ascensorista del Waldorf Astoria.
Paul Schrader es uno de los mejores guionistas del cine. Suyos son Taxi Driver y sobre todo Yakuza, donde se refleja su amor por Japón y su cultura. Le fascinan los personajes oscuros, contradictorios, encandilados con la muerte como solución final a sus continuas dudas. La película ha envejecido mal, demasiado teatral, expresionista, naif... pero el guión es espectacular sobre todo al atreverse a contar la vida y la obra de un personaje como Mishima.
Un producto mucho más elaborado, pelín indigesto, que los sushis a los que ya nos hemos acostumbrado.
alfonso